lunes, 22 de abril de 2013

Grillo, il meglio è nemico del bene























Non sempre. Bisogna avere dei grandi ideali per riuscire a scuotere le acque della Storia. Il detto però è azzeccato nel senso che un’interpretazione dei fatti troppo idealistica, lontana dalle variabili che tessono l’ordito degli avvenimenti, può alle volte far saltare per aria le possibilità di un bene forse limitato, piccolo, ma praticabile.

E’ successo proprio così nelle ultime svolte della politica italiana. Malgrado le sue invettive contro la gerontocrazia e i richiami a favore del rinnovamento nelle cupole del governo, Giorgio Napolitano (87 anni) ha prestato oggi giuramento nel Quirinale come presidente rieletto della Repubblica. Un fatto nei cui confronti Grillo ha sollevato dei sospetti di cospirazione: sarebbe “un colpettino di Stato furbo”, ha detto in allusione alle manovre fallite di Pdl e Pd per giungere a un consenso sui nuovi candidati alla presidenza.

La chiave per aprire la porta della novità (in questo caso, a un candidato del centrosinistra lontano dall’universo Berlusconi) Grillo però ce l’aveva in mano. Occorreva soltanto scendere dagli orizzonti ideali del Paese senza partiti tradizionali nell’arena delle vere trattative politiche dell’Italia d’oggi. L’intesa fra i deputati grillini e quelli del Pd sarebbe stata in grado di forzare l’elezione di un nuovo candidato progressista e potrebbe aver sbrigato il desiderabile declino delle forze di Berlusca.

La storia ci insega una volta in più che la politica richiede sovente patti prudenti, mirati a raggiungere quel traguardo praticabile che forse non soddisfa tutte le nostre aspettative ma contribuisce a un ragionevole bene comune. Quei patti che i partiti non sono riusciti a raggiungere. “Convenienze, tatticismi e strumentalismi”, ha tuonato questo pomeriggio un commosso Napolitano, che hanno condannato “alla sterilità o ad esiti minimalistici i confronti tra le forze politiche e i dibattiti in Parlamento”. Il meglio è nemico del bene. Non sempre ma spesso, e soprattutto in politica.

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Nell’immagine: “Faint blade”, fotografia di Pensiero (fonte: flickr.com). 

La política y el abismo




















Cuando Edipo llega a Tebas –ciudad donde habrá de enfrentarse a su destino–, encuentra allí a la esfinge; ésta aterroriza al pueblo proponiéndole enigmas, sutiles y terribles, que los ciudadanos no saben resolver y por cuya causa mueren. Edipo se confronta con la esfinge y la vence. En su libre y magnífica versión cinematográfica de la tragedia de Sófocles, Pier Paolo Pasolini incluyó en ese pasaje una frase de su cosecha. A punto de ser arrojada al Hades de donde procede, la Esfinge le dice a Edipo que lo que pretende no tiene sentido: «Es inútil. El abismo al que me arrojas está dentro de ti».

En el último barómetro electoral del Centro de Investigaciones Sociológicas, hecho público el primer miércoles de febrero, el Partido Popular acusa un desgaste que le lleva a perder nueve puntos desde las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011; el Partido Socialista apenas recupera 1,2 desde entonces. Algo más (2,38 y 2,04 puntos respectivamente) ganan en intención de voto Izquierda Unida y Unión, Progreso y Democracia. Algunos miembros de PP y PSOE han restado importancia al sondeo; otros abogan por activar resortes que permitan mejorar su imagen pública.

Pero es inútil. El abismo al que intenta arrojar sus fantasmas esta generación de políticos está en su interior. Un admirado compañero y amigo me decía hace poco que el bipartidismo resulta inevitable como horizonte democrático. Creo que tiene razón. Pero lo que no resulta inevitable es la presencia de la generación de actores que ha convertido la política española de las últimas décadas en una pantomina, con el rebufo de corrupción y descrédito hoy a la vista.

El abismo más profundo es el interior. El Edipo de Sófocles permitió a Pasolini una relectura en clave psicoanalítica y marxista. Quizá para nosotros –en España, en Europa– esté llegando la hora de una rebelión contra los padres putativos de un sistema que da signos de agotamiento. La debacle de la actual clase política ha de servir de aviso para navegantes e inicio de un nuevo ciclo. Para ello se requiere que los ciudadanos cobremos conciencia de la impostura colectiva y que mantengamos, a la vez, la esperanza en el diálogo y en la concordia por venir.

Pero quizá la esfinge nos devuelva aún su certero aviso. Necesitamos, sí, auténticos servidores de lo público: la pregunta es si una sociedad en gran parte anestesiada por el consumismo y narcotizada por la telebasura está en condiciones de generarlos. Quizá sea inútil; quizá el abismo esté dentro de nosotros. En resolver esta cuestión, sutil y terrible, se cela el destino al que hemos de enfrentarnos.

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Artículo propio publicado en el diario La verdad, edición de Alicante (23/02/2013, p. 19). En la imagen: "Edipo y la esfinge", cáliz ático fechado en torno a 480-470 a. C., Museos Vaticanos (fotografía de Sebastià Giralt, flickr.com).